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Escultor, arquitecto y pintor, fue el artista más significativo del Barroco italiano. Protegido por los pontífices Urbano VIII y Alejandro VII, para ellos trabajó con su efusivo genio creador, que le llevaba a hacer de sus producciones un alarde de escenografía, de originalidad y de movimiento impresionante.
Algunos de sus productos, "El baldaquino de S. Pedro" o "La columnata de la Basílica vaticana", le dieron merecida fama de mente ingeniosa y audaz en sus soluciones.
Tal vez sea en sus producciones escultóricas donde más quedó impreso su estilo arrollador, como acontece en "Santa Teresa y el ángel" y en obra profanas como "Dafne".
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